Suavis inimicitia


Nuevamente el día llegó,el carro de Febo empezó su recorrido bañando con la luz dorada del sol las costas del mediterráneo,la luz solar se asomo tímidamente sobre la nación cartaginesa.
Aníbal se despertó cuando noto en los ojos los primeros rayos de sol,sin más los abrió perezosamente,no había dormido casi nada y los ojos legañosos se le cerraban para proteger el sensible globo ocular de la luz matinal.
Maldijo por lo bajo y noto un pequeño movimiento entre las sábanas.Adriana.Su esposa,dormía plácidamente,tampoco había dormido nada esa noche y se merecía ese descanso.Él no podía permitirse vaguear más,así que se incorporo y se sentó en el filo de la cama y volvió a mirar a Adriana.
Lo había hecho.
Se había casado con ella,había yacido juntos.Había conseguido calmar su deseo,al fin se había consumido en ella.

Adriana se despertó al poco,y le busco con la mirada.No estaba. ¿Dónde estaría Aníbal? Lo poco que había dormido había estado reflexionando sobre ella y él,¿podría estar enamorada de él?¿Podría llegar a amarla? Esas eran sus cuestiones.
Así que tras levantarse,asearse y vestirse fue a buscarle,estaba con ganas de verle.Ya no le temía,casi nada.
Le encontró en un patio que se usaba para entrenamientos,terminando un entrenamiento con la espada,Adriana le espió semi escondida con dos sentimientos muy contrarios.Uno miedo al verle manejar tan bien la espada y cierta excitación al verle cómo estaba.Estaba semi desnudo,iba con lo que en su día fue una túnica,desnudo de cintura para arriba,su piel morena perlada por el sudor,sus músculos muy marcados....era cómo un dios.Cuando Adriana había oído hablar de Febo en los mitos siempre se lo había imaginado dentro de los cánones romanos,pero ahora estaba convencida de que Febo tendría que tener el físico de Aníbal.Sus apolíneo cuerpo del que ella había disfrutado la noche anterior.Aún sentía un cierto ardor entre las piernas por la actividad de anoche.

-Sé que estas ahí Adriana,no eres buena escondiéndote.- dijo de golpe el púnico sacando a la joven de sus pensamientos.

-Yo....

-En la guerra eso podría a verte costado la vida.- tímidamente Adriana se acercó a él,ligeramente ruborizada.Aníbal la miró de arriba a abajo con esos dos pozos negros que tenía por ojos,unos ojos tan negros y fríos cómo una noche sin luna y sin estrellas- ¿Querías algo?

-No,sólo quería verte.

-Que estemos casados no quiere decir que estés todo el día tras de mi.Tu a tus cosas y yo a las mías.A excepción de la cama- ¿esa iba a ser su vida de casada? ¿Ser la puta de Aníbal?

-Yo...

-Ya que estas aquí,ven- la agarró posesivo de la muñeca y la arrastró prácticamente del patio hasta el interior de la casa.

-¿A dónde me llevas?- preguntó asustada Adriana,Aníbal no contesto,sólo llamo en cartaginés a un esclavo y le ordeno algo en su idioma materno.

-Estoy sudado,necesito bañarme.

-¿Y yo que tengo que ver?

-¡Qué tierna eres a veces,esposa mía!- dijo Aníbal con claro tono de burla hacía su joven e ingenua mujer.

La respuesta fue inmediata. Aníbal quería que Adriana hiciese una tarea propia de una esclava: enjugar su cuerpo.

-A...A...Aníbal.....-dijo la joven ruborizándose a más no poder al verle desprenderse de la poca ropa que llevaba.

-Anoche ya me viste desnudo y disfrutaste de mi cuerpo cómo una perra en celo.- dijo con tono despectivo metiéndose en la tina llena de agua fresca,un alivio para su cuerpo agotado de entrenar.Ese cansancio le preocupo,¿se estaría haciendo viejo? No,no era eso.Se había casado con una adolescente y se había pasado la noche fornicando con ella.

-Empieza ya.

-Si- Adriana se arrodillo al lado de la tina y cogió el jabón para empezar a enjugar su musculado cuerpo.

-Hmm...no se si seguir una tradición púnica de cambiar tu nombre romano por uno púnico....-susurró notando las suaves manos de Adriana recorriendo sus músculos,frotándole con suavidad y limpiándole el sudor del cuerpo.

-Eres semejante a un Dios....-susurró Adriana,extasiada por notar en las yemas de sus dedos la dureza del cuerpo de su esposo. Ese halago susurrado no paso inadvertido para Aníbal,ni tampoco los leves jadeos y el rostro ruborizado de Adriana.

-Sigue....alabame más- pidió el cartaginés,su ego era alimentado por las alabanzas de los dulces labios de Adriana.

-Eres todo un hombre....ningún hombre en Roma te llega a la suela de las sandalias.

-Continua,alabame más.

-Eres un gran guerrero,en Siracusa te temen...Febo....eres el Febo púnico....

-Sigue,quiero oír más alabanzas de tus labios- el hombre se excitaba por los cumplidos de su esposa,de oír sus jadeos excitados,ver sus mejillas ruborizadas,sus pezones erectos por la excitación a través de la ligera túnica de lino.

-Baja...baja más tus manos....-si bajaba más las manos acabaría frotando su miembro semi erecto.Obedeció.
Adriana empezó a masturbarle con suavidad y lentitud,estimulando su miembro viril a que se endureciese,listo para el amor.

-Alaba mi manera de tomarte.De cómo soy cómo amante.-dijo entre jadeos de excitación.

-Eres todo un semental.Eres todo un hombre.Me excitas....

-Métete dentro de la bañera.Quiero tomarte- Adriana obedeció y se desprendió de la ropa y se metió en la bañera,Aníbal no tolero que se pusiera encima ella y sin más la tumbo en la bañera y se coloco encima de ella y con inesperada violencia la penetro,dañando a su esposa.

-Bruto.....-susurró ella dolorida,Aníbal ignoro sus quejas y cómo un león en celo empezó a moverse con fuerza,dañándola,llegó a azotarla y todo.Mordió sus pezones rosados y se movió con violencia y salvajismo.

-¡¡Basta,para me haces daño!!- pidió ella lloriqueando un poco,gimiendo de dolor y placer. La mano derecha de Aníbal bajo hasta el sexo de su esposa y empezó a pellizcar y retorció un poco el clítoris de Adriana,arrancándole más gemidos de dolor y placer.
Estuvieron así un buen rato hasta que Aníbal culmino en el interior de la joven,muy adentro de ella.

Continura.....

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