Suavis inimicitia


Llegó el día.

Llegó el día en que Adriana debía irse a Cartago,a su futuro hogar,a casarse con un completo desconocido,a ver una cultura casi desconocida.
Durante el viaje en barco cruzando el Mediterráneo hasta el puerto de Cartago,la muchacha estuvo callada,ausente,sólo Claudia tenía el privilegio de oír su voz,ya que Adelphos se quedo en Sicilia para seguramente volver a Cerdeña.

En Cartago,Aníbal no daba señas de impaciencia o alguna otra emoción,era cómo si no fuese a pasar absolutamente nada.

-¿Nervioso,hermano?- le preguntó una noche Dido,su hermana mayor.

-¿Debería, hermana?.

Dido le miró con cierta desconfianza,no podía entender la mente de su hermano.Dido vivía con su hermano y con su hijo Âkil,de apenas seis años.La mujer era viuda y hasta que no se secase las últimas lágrimas por su difunto esposo no volvería a buscar marido,cosa que tendría que hacer su hermano ya que ella con la viudez paso a estar bajo la autoridad de su hermano.

-Hombre...vas a casarte con una niña de quince años....

-La mujer gusta que sea más joven....

-Y encima romana,no quiero que acabes cómo con la íbera- enseguida calló,Aníbal había prohibido en su casa nombrar a su primera esposa,ni siquiera nombrarla.

-No nombres a esa zorra traidora- ordeno el púnico yéndose lejos de su hermana,a sus habitaciones,donde le esperaba la agradable compañía de cierta celta,que pronto debería echar de su casa por Adriana...un cambio de mujer que le calentase la cama.

-"Si en verdad Adriana es virgen,tal y cómo me lo aseguro Julius,no sabrá complacerme en la cama.Bueno,es romana,lleva lo de ser una zorra en la sangre,por lo cuál en nada aprenderá a follar"-estos eran los pensamientos que rondaban la cabeza de Aníbal cuando entro en la habitación y vio a Alice esperándole en la cama con un brillo lujurioso en sus ojos verdes.


El viaje llego a su fin.No hubo impedimentos en el camino,ni siquiera vientos fuertes o algo parecido.Pero a pesar de eso Adriana estaba con náuseas,estaba aterrada,ni siquiera apreció la belleza del hermoso puerto cartaginés,único en el mundo conocido.
La joven junto con Claudia y otros dos sirvientes fueron guiados por unos soldados hasta la casa de Aníbal,le había surgido un pequeño imprevisto relacionado con decirle a Alice que debía irse y no pudo ir a recoger a su futura esposa.

Pero una vez solucionado el dejar a Alice en la calle pero con algo de dinero para que pudiese o volver a Britania o instalarse en Cartago.
Cuando él llego y la vio esperándole se regodeó para sus adentros al ver a la mocosa más hermosa que había visto en su vida,pero esos ojos....esos malditos ojos de venado que llevaba cómo un veneno quemándole por dentro gravados cómo a fuego en la retina.

-Adriana Augustus,¿no?- preguntó a la muchacha,tras ordenar que los dejasen a solas.Claudia accedió a regañadientes el dejarles solos.

-S...sí...-resprondio la joven con un hilo de voz.Esta reacción de corderita gusto al general,se la notaba sumisa.
Empezó a andar en círculos al rededor de Adriana,cómo un lobo rodeando a una presa,examinándola.Le gustaba lo que veía,agradeció a Baal que ese gato escuálido que vio en el asalto a Siracusa se había convertido en una atractiva mujer.

-Más alto,mocosa- dijo Aníbal agarrando uno de los largos mechones azabaches del cabello de Adriana y aspirando su olor,un olor agradable.

-¡Sí! Lo soy....

-Aníbal Melkart....así que eres la nieta de Julius....-soltó el mechón de cabello y la agarró por la cintura,estando él detrás de ella y de un brusco movimiento la pego a su cuerpo -tú futuro esposo.

-L-lo sé....su-sueltame....-Aníbal agacho la cabeza,ya que era más alto que su prometida y aspiro el olor del cabello de la muchacha.

-No tengo porque,niña,cosas más fuertes te esperan....-la soltó de la cintura,pero Adriana aterrada no se movió ni un milímetro -eso demuestra que no te han desflorado,si te aterra sólo notar contacto con un hombre.

-¿Puedo irme a una habitación?Quiero descansar....

-Mírame....- ordenó,sumisamente,Adriana se giró para mirarle a la cara.Se quedo de piedra al verle. Era toscamente bello,no aparentaba los treinta y cinco años que tenía,parecía más joven.Su pelo hasta la base del cuello alborotado,negro,su piel morena,su finísima barba y sus ojos....sus ojos....cómo una noche sin luna ni estrellas...eran cómo los ojos de sus recuerdos....

-Puedes irte,niña.

-Sí.....-Adriana se fue corriendo,estaba aterrada y al mismo tiempo fascinada,quizás por la belleza del hombre o el ligero descaro que mostró al pegarse a su espalda y noto contra sus glúteos la virilidad del púnico,esto la asusto un poco.
Una criada la llevó hasta una habitación,sin saber que era la contigua a la de su prometido,se encerró en  ella con una mezcla de miedo y excitación,¿cómo ese hombre pudo con sólo rozarla alterarla tanto?

Continuara.....



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