Suavis Inimicitia
Adriana no se extraño que ese bebé que no llego a
nacer acabase en el Tofet cómo ofrenda para obtener el favor de los
dioses. Adriana se dio cuenta de que lentamente iba adquiriendo la
frialdad y sequedad de los púnicos. Pero aún le parecía una
monstruosidad el sacrificar niños inocentes a las deidades
cartaginesas.
-Vas a llorar,¿no?- preguntó Aníbal bufando,odiaba a
veces la debilidad de mujer de Adriana.
-No. Ya lloré lo que tuve que llorar.- mentira.
Adriana cuando estaba sola lloraba hasta el agotamiento por ese bebé.
Era su hijo,su hijo, murió sin haber tenido la oportunidad de
vivir,de saber su existencia.
Aníbal no sabía si creerla o no, de momento decidió
creerla, quería ilusionarse con que Adriana estaba siendo menos
frágil.
-Tú crees en que los dioses pueden decidir nuestro
destino,bien, yo creo que podemos tenerlos de nuestra parte
sacrificando a los niños primogénitos de las castas más bajas y
con los bebés muertos.
-No voy a meterme con tus creencias. Pero a mi no me
llevarás más a una ceremonia de sacrificio.
-Harás lo que yo te diga,eres mi esposa y si tienes
que ir irás.- Adriana suspiró sin querer discutir, no estaba de
humor para discusiones, sólo quería algo de cariño de Aníbal,
algo de amor.
-Aníbal....- susurró Adriana arrimándose a él, a
ver si así podía obtener lo que necesitaba de él, el púnico
intuía lo que su mujer estaba tratando de insinuarle por medio de
caricias y el acercamiento de su cuerpo. Suspiró, no tenía ganas
de mimos, ni da darlos ni de recibirlos, además que muy muy rara era
la vez que le daba mimos a Adriana, no era cariñoso, no le salía de
forma natural.
-Eres pesada a veces.- dijo con tono seco y frío, no
estaba enfadado,estaba estresado, pensar en la guerra que se acercaba
le producía una sensación de adrenalina y estrés. Se crió en un
campo de batalla y sabía manejarse en la guerra,pero la
incertidumbre de vivir o morir era estresante,una lucha no sólo por
el poder de las dos superpotencias del Mediterráneo,sino una lucha
por sobrevivir.
-Sólo quiero....
-No soy cariñoso,Adriana.- contestó secamente dando
por terminada la conversación. Adriana no dijo nada,no replicó,
¿qué podía esperar de un guerrero? ¿qué podía esperar de él?
Nada, en Siracusa demostró lo máximo que podía de expresar de
afecto a una persona. Se levantó del lecho para coger a Sadik en
brazos para llevarle a su cuna, una vez lo cogió en brazos salió de
la alcoba conyugal para llevarle a su propia habitación dónde
estaba su cuna. No estaba enfadada,sino disgustada, Sadik era el
único que le daba cariño de manera desinteresada,le demostraba su
amor de verdad.
-Sadik,no cambies nunca, por favor,no cambies....- le
pidió Adriana a su hijo dormido, aunque estuviese despierto no
entendería a que se refería su madre con lo de que no cambiase.
-¡Ojo rojo de Melkart....!- exclamó Aníbal
sentándose en la cama,ahora cuando Adriana volviese tendría
discusión con ella por una idiotez, la tontería de que debía darle
cariño, en Cartago no había sitio para el cariño. No había sitio
para la debilidad,y el amor era debilidad. Y odiaba sentirse débil,no
era débil, era un guerrero y no iba a permitir que nadie le
debilitase. Nadie
Cuando Adriana volvió no se equivocaba, tuvieron una
amarga discusión,sin gritos, pero si con amargas palabras. No hubo
violencia,pero sin contestaciones hirientes. Lo de Siracusa fue una
ilusión,al menos eso creía Adriana. Ese era el verdadero Aníbal
Melkart: sin corazón, ególatra.... Adriana odiaba a veces estar
casada con él, su frialdad, su poco amor....quería un poco de amor
de él. Nada más.
-Ya esta bien,¡estoy harto! - Grito acorralando a
Adriana contra la pared,asustándola, sabía que ocurriría si
provocaba demasiado la ira de Aníbal.
-No....
-¡No soy débil! ¡No vas a provocarme debilidad!-
gritó poseído por aquel enfado sin sentido, no se calmo al ver a
Adriana temblando como un conejo asustado ante un depredador. La
aferró de la cintura para pegarla contra él para besarla de lleno
en la boca con fiereza, si eso era lo que quería de él,lo tendría,
pero a su modo. Fiero y dominante.
Un par de horas mas tarde,Adriana dormía en la
cama,abrazada a Aníbal, él en cambio era incapaz de conciliar el
sueño,los nervios de la guerra que se avecinaba le provocaban un
pequeño desorden del sueño,a veces el sueño le llegaba por la
tarde y se acostaba cómo hizo esa tarde. Otras veces ni dormía y le
sorprendía el amanecer despierto. Aníbal inconscientemente
acariciaba los largos y espesos cabellos azabache de
Adriana,enredando algunos mechones entre sus dedos,con la mente llena
de pensamientos relacionados con la guerra, mentiría si dijese que
no tenía miedo, no lo demostraría pero en el fondo estaba asustado
por no volver. Temía dejar solos en el mundo a Adriana y Sadik.
El púnico estaba con la vista fija en ningún punto en
concreto pero acabo clavándola en el rostro dormido de Adriana. No
sabía cómo podía mirarla si quiera a los ojos debido al crimen que
arrastraba a sus espaldas. De pocas cosas se arrepentía, y una de
ellas era el asesinato de los padres de ella. Le había privado del
amor de sus padres para arrojarla a que Julius la criase. No podía
dejar que Adriana se enterase,porque entonces su matrimonio sería
herido de muerte,ella se iría de su lado y lo único bueno y puro
que tuvo en su vida se iría de su lado para dejarle abandonado en la
más oscura soledad. Se moriría si Adriana se fuese de su lado.
-Aníbal....- la voz de Adriana sonó adormilada,se
había despertado y Aníbal estaba tan inmerso en los remordimientos
que ni se dio cuenta.
-Duerme,aún es muy de noche.- Adriana negó con la
cabeza y sus ojos de venado se centraron en él.
-¿Qué pensamientos te impide conciliar el sueño?
-La guerra. Estoy seguro de la victoria de Cartago
sobre Roma. No dudo de mis habilidades,pero...
-¿Temes la corrupción que hay y que si lo necesites
no te manden refuerzos?- una vez más,Aníbal se sorprendió de la
perspicacia de Adriana. Había dado en el clavo.
-Sí.
-Deja que te distraiga de esos negros
pensamientos....-susurro Adriana besando suavemente los labios de
Aníbal, distrayéndole brevemente al llevarle a su terreno, al de
los mimos y caricias. Dejando un momento la amargura de la futura
guerra para evadirse un poco en la intimidad.
que bien que se arrepienta de lo de los padres de Adriana, me alegra que sea más bueno, entiendo que tiene que ser duro porque es militar y también con lo que ha vivido es normal, pero algo me dice que irá a mejor.
ResponderEliminarPoco a poco va mejorando el carácter gracias a Adriana qie lo lleva por buen camino :D subi hoy otra con un regalo que me hicieron *-*
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