Invictus: "¿Hermano?"

Los días transcurrían lentos en Siracusa,era a veces relajante,otras no debido a que Aníbal y Adriana tenían muchas obligaciones,sus hijos aprovechaban para estudiar,incluso Sadik por mera diversión y porque era curioso por naturaleza,además de que él debía de seguir su instrucción como rey.
La herida del ojo de Aníbal parecía que había sanado,los supersticiosos de la corte siracusiana habían visto con mal augurio que su rey hubiese sido herido en una batalla,pero como chiste privado entre Aníbal y Aderbal el parche que tuvo que llevar Aníbal lo escogió de color rojo en honor al ojo de Melkart. Temía que algo malo hubiese pasado y perdiese el ojo,una infección repentina o cualquier cosa que pudiese costarle, ese temor que compartió con su esposa Adriana,ella siempre le comprendía y le apoyaba cuando mostraba su temor,algo que odiaba porque se veía débil y blando,aunque con su familia era ahora más abierto seguía pensando que mostrar ciertas emociones le hacían débil.

-Déjame ver...- le dijo Adriana con ternura,quitandole el rojo parche del rostro para ver si la herida ya había cicatrizado y si la visión de Aníbal no había sido afectada por aquella herida. Estaba perfecto. La herida había cicatrizado perfectamente y lo primero que vio Aníbal con ese ojo fue el bello rostro de Adriana,su dulce esposa,su regalo de los dioses. Dulcemente Adriana empezó a acariciar las mejillas de Aníbal,sonriendo íntimamente,estaban solos en las penumbras de su alcoba,sentados sobre la cama en esa tranquila noche iluminados solo por lámparitas de aceite.


-Lo primero que deseaba ver con ya mis dos ojos sanos ha sido justamente lo que deseaba.- susurró con voz ronca,cargada de sensualidad antes de tomar con su habitual rudeza los labios de Adriana,por muchos años que pasasen esa pasión no se apagaba si no al contrario,parecía intensificarse.

Los reyes gozaron esa noche de las miles del amor,piel con piel,sudores mezclados,puro sexo y cariño a partes iguales,rudeza y mimos al mismo tiempo. Durmieron esa noche abrazados,bueno Adriana durmió,Aníbal dormía poco rato y se entretenía en acariciar los negros cabellos de Adriana y la suave piel de su mujer.

-Mi reina- se oyó a Lucius golpear a la puerta una vez el sol empezó a manifestarse en el cielo,Aníbal se levantó dejando dormir a su mujer y se vistió para recibir a Lucius,de mala gana pero lo hizo.

-¿Qué?- preguntó ásperamente Aníbal a Lucius,él soldado se encogió un poco,le asustaba un poco su rey.

-Mi rey....ha llegado una misiva de que ha atracado en el puerto para hablar de tratos comerciales con la reina Adriana el príncipe Cielas de Bitinja.- la tez morena de Aníbal palideció ante aquel nombre,¡¿ahora que estaban Adriana y él tranquilos tenía que venir a tocar los cojones Cielas?! 

-Hablare con mi esposa cuando se despierte.

Menos de veinte minutos más tarde Aníbal había despertado a Adriana y le dijo lo de Cielas,a Adriana medio dormida le costó un poco procesar la información,pero cuando lo hizo sus labios se apretaron formando una fina línea rosa,era una mezcla de ira y decepción,la parte positiva era que en Siracusa encontró los diarios de su madre y salía que Cibeles conocía el bastardo de Marcus,y que quería que Marcus diese su nombre a su hijo con Roxana,que estaba dispuesto a aceptarlo y amar al desliz de su marido de una noche de borrachera a manos de la lujuriosa reina bitinia.
Pero sacando el orgullo romano,a la hora en que el príncipe bitinio iría al palacio para hablar sobre unos acuerdos comerciales que saldrían beneficiadas Siracusa y Bitinia. Siracusa y toda Sicilia tenía el trigo más cotizado del Mediterráneo,Siracusa era la polis siciliana más importante de toda la isla y era lógico que Bitinia ansiase el comercio con Siracusa.


Cielas acudió puntual a la hora que dijo en la misiva que se presentaría ante Adriana y Aníbal. La mujer parecía tranquila pero cuando vio a Cielas noto que la furia del monte Etna se concentraba dentro de ella. 
Ambos sabían el parentesco que les unía,sabían que eran medio hermanos,aún así Cielas la había pedido en matrimonio antes de saber que Adriana había sido prometida a Aníbal.

-Los dioses estén con vosotros,reyes de Siracusa,mi señora,sois en verdad más hermosa que la diosa de la belleza Diana.- dijo Cielas tratando de parecer cortés,pero el desconocimiento del panteón romano le hizo meter la pata.

-Querrás decir Venus- contestó pausadamente Adriana,provocando las leves carcajadas de los presentes,incluso Aníbal sonrió levemente. Cielas clavó sus ojos hirviendo de molestia en Adriana,Cielas era famoso por ser cruel con quien se burlaba de él,algo que le solía pasar a menudo por tratar de pasar por encima de los demás creyéndose el ombligo del mundo y el más sabio de entre los sabios cuando no lo era.



-Lamento la confusión,mi señora- "mi señora" le salió forzado,hubiese querido decirle "hermanita" para deshonrar al padre de ambos y a su linaje reconocido,pero eso habría sido una estupidez porque hubiese sido llamarse asi mismo bastardo.

-Sois extranjero,así que la confusión de los dioses de Roma es un mal menor.

-De verdad que sois comprensiva,mi reina,vuestros dioses os hicieron perfecta.

-Dudo de serlo.- un bajo gruñido salió de la garganta de Aníbal,había calado el que Cielas estaba tratando de ganarse el favor de Adriana mediante halagos.

La reunión fue corta porque los reyes debían de atender otro asunto,de modo que Cielas se convirtió en un invitado incómodo para todos,Cielas odiaba a su medio hermana por el desprecio cuando rechazó la propuesta de matrimonio y por esos aires soberbios que se traía.

-"Hermanita,tu futuro será amargo".

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