El Lobo y la Esclava: Capítulo 3 Prisionera

Julia sabía que iba a morir...la habían apresado unos galos ¡unos bárbaros! Temblaba e intentaba zafarse de el fuerte agarre del galo mientras sus dos compañeros llegaban a su altura y empezaban a hablar en aquel idioma tosco e incomprensible para Julia, ¿qué irían a hacerle…? Estaba muerta de miedo, lo único que esperaba es que fuese rápido, si iba a morir lo haría con dignidad y no poniéndolo nada fácil

—¡Soltadme! Soy Julia Mesalina, una patricia romana. Mi padre tiene dinero...por favor...— uno de ellos la abofeteó con fuerza, tanta que le hizo morderse el labio y sangrar. De inmediato el que la tenía agarrada le gritó al que le había golpeado, no solo tenía esa herida si no que además el golpe la hizo quedarse anonadada de modo que apenas fue consciente cuando le ataron con fuerza las manos, solo lo fue cuando tiraron de ella tan violentamente que la hicieron caer al suelo, ni tiempo le dieron a incorporarse pues otro galo la agarró de los cabellos obligándola a incorporarse del suelo emitiendo un gemido de dolor debido a la brutalidad.



Atticus odiaba equivocarse pero más odiaba tener la razón. Sabía que era mala idea el ir a la villa al norte, se lo dijo a Gaius, quien más que un amo era un amigo, y este no le hizo caso. Ahora estaban él junto con otros esclavos buscando a Julia.
Cómodo resulta que se había ido en dirección contraria y cuando Julia salió corriendo detrás de él, Atticus y Nerea fueron a la casa para buscar ayuda y por el camino encontraron a Cómodo quien estaba persiguiendo a un insecto. Atricus quiso estrangular al niño. Tras dejar a Nerea y Cómodo en casa, Nerea con un ataque de nervios, fueron a buscar a Julia y nada, no había ni rastro.

— ¿Dónde puede estar esa chiquilla....?— se preguntó Atticus mordiéndose el labio inferior con fuerza, ¿cómo un grupo de adultos no podían encontrar a una chica que había salido corriendo de manera alocada? Lo lógico sería que la hubiesen encontrado ya.

—¡Atticus!— corriendo, vino uno de los esclavos hasta situarse en frente de Atticus con la respiración jadeando, traía algo en la mano. —¿Qué pasa muchacho?— el joven esclavo le mostró lo que traía en la mano, era un pedazo de tela, pero era de demasiada calidad para tratarse de un jirón de tela de algún esclavo o de algún campesino. Atticus cogió aquel pedazo de tela....era de un lino muy fino, además de estar blanco inmaculado: un retazo de la túnica de Julia pues recordaba que eso era lo que llevaba la muchacha puesto, pero el esclavo además mostró un puñado de aquellas flores que había adornado el cabello de Julia. Algo muy malo había pasado....y regaba a los dioses de que estuviese viva y de una pieza. Si tan solo hubiesen llegado ahí horas antes habría podido ser testigos de como aquel grupo de cinco galos se llevaban a Julia consigo y quizás hubiesen podido liberarla, pero en el momento que encontraron el trozo de túnica ellos llevaban una buena delantera además de conocer aquel bosque pero no iban a adentrarse en las montañas, no iban a quedarse a aquella muchacha. Julia obviamente se defendió con uñas y dientes pero en vano, no solo el más joven quizás contase con treinta años si no que sacaban a la romana buena altura y unos buenos cuantos kilos de diferencia. No pararon en toda la noche y cuando el sol empezó a salir ya estaban bastante lejos de donde estaban buscando a Julia. — Tengo sed....— musitó Julia, ya el hambre le daba igual, estaba sedienta pues de no ser porque estaba atada no podría seguirles el paso, no estaba acostumbrada ese terreno, no estaba vestida correctamente tampoco.
El que parecía el líder, el mismo que tiraba de la soga, a veces con tanta fuerza que la había tirado más de una vez al suelo. El hombre se giró y empezó a hablar con un fuerte acento bárbaro, muy lentamente en un mal latín. —Mujer...beber— se detuvieron todos mientras uno de ellos saco de su cinto como una cantimplora de cuero y empezaron a beber entre ellos a grandes tragos. Julia con los labios resecos veía como sus gargantas se saciaban con el agua y cuando el último de ellos bebió, le tiro la cantimplora a Julia que la cogió casi como un objeto sagrado y se la llevo a los labios...para encontrarse con apenas unas gotas de agua.
Con carcajadas el dueño de la cantimplora le quitó esta a la joven y reanudaron la marcha dejando atrás el bosque al cabo de unas horas para acabar en unas montañas. — Por los dioses por favor....dejadme marchar.....- nuevamente fue ignorada. Julia estaba agotada, a duras penas les seguía el ritmo, ¿a donde la llevaban? El sol tampoco ayudaba, estaba cubierta de sudor, suciedad por la huida y su estómago rugía y su garganta estaba seca. Cuando la tarde comenzaba a caer por fin decidieron parar. Ataron a Julia a un árbol mientras ellos hacían una pequeña hoguera. Julia podía gritar todo lo que quisiera, nadie acudiría en su rescate. Estaba sola. Completamente sola. Las piernas le fallaron y se dejo caer de rodillas sobre el suelo, estaba agotada y tuvo que ver hambrienta y sedienta como sus captores al calor de una hoguera bebían de otra cantimplora y comían unos conejos que habían cazado y los asaban haciendo llegar un olor delicioso. Se recostó en el suelo cerrando los ojos mientras los galos saciaban sus barrigas intentando no verlos, pero quizás el hambre le hacía escuchar con tanta claridad como masticaban la carne.... De pronto noto como la sacudían y al abrirlos vio al galo que parecía el líder, le estaba ofreciendo el agua y restos de la comida. — Gracias....— susurró bebiendo el agua, esta vez si era agua, y comía aquella carne asada como si fuese el manjar más delicioso del mundo. Horas más pasaron y el sol empezó a ocultarse, ¿iban a hacer noche ahí? No lo sabía, pero Julia estaba aterrada cuando la miraban, si no iban a matarla, ¿qué iban a hacer con ella? Tampoco iban a violarla o ya lo hubiesen hecho. Todas aquellas preguntas la hacían aterrorizarse. Se escuchó el sonido de unos cascos de caballo ¡estaba salvada! Se incorporó esperando encontrar personas romanas, pero para su desgracia eran más galos trayendo consigo un caballo tirando de un carro, cerrado lleno de mujeres...¿esclavos? ¿La iban a esclavizar? No...¡no!
El líder la agarró de los pelos y tirando de ella hacia el carro, Julia pataleaba e intentando soltarse. —¡Suéltame!¡Suéltame! ¡Soy una patricia romana! — exclamaba, la puerta se abrió y fue arrojada con fuerza al carro, se golpeó de nuevo en la cabeza contra la superficie de madera del carro, cerrando los ojos con impotencia, reteniendo las lágrimas que ardían en sus ojos y no viendo como pagaban a sus captores completando el trato. —¿Ro..romana?— escuchó el mal latín de una mujer gala que se le acercó. Julia con una mirada esperanzadora se incorporó viendo en frente a ella a una mujer de cabellos rubios y bonitos ojos verdes. —¡Hablas latín! —Poco. Yo esclava de romanos— así que una antigua esclava romana...quizás ella podría ayudarla. —Ayúdame....ayúdame...diles...diles que soy noble, que puedo pagarles.... —No. Ellos venderte a ti. Tu ahora esclava. Vendida para más allá de Rhin.

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