El Lobo y la Esclava: Capítulo 4 El viaje


Todos estos recuerdos hacía que Julia se encogiese sobre si misma y apretase los ojos para evitar llorar, no iba a darle a nadie la satisfacción de verla llorar por su destino. Desde la Galia fue llevada en un carro de esclavos hacía no sabía donde, solo veía que era al norte, siempre al norte.
— Tienes que comer....no solo había mujeres en ese carreta de esclavos, había algún que otro hombre, pero eran muchachos, jóvenes, galos en su mayoría pero aquel que le habló se llamaba Aléxandros y era griego. El muchacho había sido nacido en una familia de esclavos y por circunstancias su madre y él acabaron en manos de un noble patricio, de ahí que el griego supiese hablar latín y fuese la única persona además de Kaile, la muchacha que le había hablado en un mal latín cuando la metieron en aquel carro.  Julia apenas se había alimentado en ese viaje, se negaba, se negaba a comer lo que aquellos salvajes le daban de comer, pero el pensamiento de escapar y volver con su familia, en especial con su hermano le dio fuerzas para poder comer, que además aquella repulsiva comida eran las sobras de sus captores
—¿Dónde crees que nos llevarán?— preguntó una noche en voz baja a Aléxandros quien se había sentado a su lado y le ofrecía una manta raída para poder protegerse un poco del frío nocturno.


— No lo sé dómina....

— No me llames dómina...aquí soy también una esclava.

— No sé tu nombre...

— Julia....Julia Mesalina.
Fueron por lo menos diez días de viaje en carro hasta la costa y a Julia por primera vez los ojos se le iluminaron. Nunca había visto el mar y aquello le pareció lo más bonito del mundo. De hecho en un momento dado se incorporó en el carro aferrándose a los barrotes de hierro que impedía la huida y observó el precioso mar que se extendía ante sus ojos. Una extensa masa de agua cuyas olas chocaban contra la costa, el sonido de las gaviotas graznando y el aire traía consigo un olor salado que le recordó a cuando traían comida conservaba en sal. Nunca había visto el mar y su padre le prometió que algún día lo veía y esperaba que fuese antes de casarse con Fabio porque entonces su vida seria reducida a ser madre y esposa. Pero la visión del mar, de su extensión le hizo sentir una sensación de libertad espiritual que aunque estuviese encerrada y aunque le hubiesen puesto cadenas no se sentiría prisionera.





De lo que ocurrió apenas tenía recuerdos, solo que cuando llegaron a una pequeña ciudad, más bien casi una aldea de pescadores, les ataron las manos de nuevo incluso dentro del carro. No les sacaron para nada de ahí, quizás ese no era su destino si no era una simple parada. No vio como quienes la habían traído recibían honorarios por unos marineros. Sacaron a una de las mujeres que tenía unos pechos magníficos y se la llevaron dentro de una casucha. A la mañana siguiente la trajeron con las ropas rotas, sucia, y con un olor que Julia no supo identificar, además de un líquido blanquecino que manchaba su piel. Julia era casta y virginal, sabía casi nada de hombres quizás por eso, por su apariencia virginal no la había tocado como a otras, ya que en aquellos diez días los hombres abusaron de más mujeres, pudieron haberlo hecho delante de los esclavos pero no lo hicieron. De modo que la virtud de Julia y otras muchachas se mantuvo más que nada porque una virgen valdría más. 
Cuando devolvieron a la mujer de busto generoso, entre risas los captores les tiraron unos cuantos cubos de agua helada, Julia se daba asco, ella, una noble llevaba sin darse un baño desde que fue capturada y se sentía sucia. Pero cuando aquel agua helada impacto sobre su piel empezó a tiritar...menos mal que era verano. Lo último que recordaba era beber un agua que sabía asquerosa y caer dormida, pero cuando abrió los ojos se encontró junto con sus compañeros esclavos encadenados en la bodéga de un barco, un barco que por sus movimientos ya estaba zarpando.
—¡Soltadme por favor! ¡No soy una esclava! ¡Devolvedme a Roma!— gritó muerta de miedo, pero no iba a darles el gusto de verla llorar





Mientras Julia era llevaba hacía la inexactitud, Gaius, su padre, se enteró de la terrible noticia por medio de un mensajero, dejó Roma y viajó urgentemente a su villa al norte para encontrarse con que era verdad: había desaparecido Julia. Julia no....Julia no. Su adorada hija....hizo castigar a los esclavos, ninguno la encontró y todos fueron azotados mandados por la rabia y la tristeza de Gaius ante la perdida de su amada hija, cuando estuvo solo con Atticus y este le dio el trozo de tela que había encontrado y lloró. Lloró amargamente, ya había perdido a su amada esposa y ahora a Julia, ¡¿qué más querían los dioses de él?!
La volvieron a buscar por el bosque, estaba acompañado de soldados que hizo traer desde Roma con él y nada, ni una pista, ¡aunque fuese su cuerpo! Y uno de ellos dio la posibilidad de que Julia pudo ser devorada por una bestia, pero no había ni rastro.
Los mismos diez días que Julia viajó en carro fueron los días que se la estuvo buscando donde desapareció. Cómodo se sentía culpable, si no hubiese sido porque Julia fue a buscarle nada de esto habría pasado, ¡todo era su culpa!
— Debemos prepararnos para lo peor....— le dijo suavemente Silvia, la futura esposa de Gaius, una mujer madura, viuda y con un hijo que Gaius iba a adoptar como suyo, Silvia había ido con él cuando se enteraron de que Julia había desaparecido. Silvia se preocupó sinceramente porque Julia era un encanto de muchacha pero por una pequeña parte se alegró debido a que así su hijo tendría menos competencia. Pero no odiaba a los hijos de su prometido, pero una madre siempre velaba por los intereses de sus hijos.


— Tiene que aparecer....oh dioses...¿por qué me arrebatáis todo lo que amo?— se lamentó con la voz pesada y arrastrada debido a que había entregado su tristeza al alcohol. Le pidió, más bien exigió a Silvia que saliese de ahí, de su despacho, y quedó dormido al poco. Entre sueños le pareció ver entre las sombras a Julia...¡Julia! Quiso levantarse e ir con ella pero una gran figura detrás de la muchacha puso su mano sobre el hombro de Julia y se la llevó, de aquella figura solo vio con claridad la falta de un ojo, que portaba una lanza y dos cuervos iban con él* 

Cuando despertó, con un dolor de cabeza creyó saber que era el sueño.


Cuando despertó, con un dolor de cabeza creyó saber que era el sueño.
— Prepararemos el funeral de Julia...los dioses en sueños me han mostrado que Julia.....ya no esta — comunicó roto de dolor. Cómodo al escuchar esto sintió que su infancia murió para siempre




En cierta forma tuvieron razón. Julia Mesalina había muerto. E iba a nacer Julia, la esclava.

* La figura que vio Gaius junto Julia era Odín. Claro que los romanos en esta época era imposible que conociesen a Odín o Wotan según los germanos, no sería hasta Tácito cuando en su obre Germania supiesen de la mitología germana- escandinava. Pero quería con esta "visión" mostrar un poco la idea de que Julia romana morirá y nacerá una nueva Julia. 


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