Suavis Inimicitia


Adriana no tardo en vestirse con un vestido blanco ligeramente escotado con tiras de cuero bajo el pecho y en la cintura. Aníbal llevaba a rastras a Octavio hasta la puerta del consenso. Octavio iba ensangrentado,con varios dientes rotos,la nariz rota y con las ropas desgarradas y sucias.
Llegaron a la hora acordada a la cita con Delinenar. Adriana ya la vio una vez pero aún se sorprendía de que ella y Delinenar yacieron con Aníbal. Era alta,de cabellos castaños ondulados,unos ojos profundos de color verdes y una figura bonita. No aparentaba los treinta y tres años que tenía. No estaba sola. Estaba Selene también,mirándoles con gesto de superioridad.

-Delinenar...- susurró Octavio al ver a la íbera, Delinenar era ahora una renegada de su tribu por divorciarse y casarse con un romano,pero aún Aníbal mantenía el poder sobre la tribu de Delinenar en Baécula.

-Esto es tuyo.- dijo con sumo desprecio Aníbal arrojando sin cuidado alguno a Octavio a los pies de Delinenar,la íbera lo miro con infinito desprecio.

-¡¿Qué le has hecho,animal?!- preguntó Delinenar arrodillándose para ver cómo estaba su esposo.

-Sabes cómo acaban los espías en Cartago.- Adriana notaba la tensión entre los ex-esposos,pero su atención se centraba en Selene.

-Delinenar,querida, ya sabes cómo son los cartagineses,y más él.

-¡Lávate la boca antes de hablar de Aníbal,perra traidora!- grito repentinamente Adriana,sorprendiendo incluso a su esposo.

-¿Me llamas a mi traidora? ¡Tú traicionaste a Roma en favor de Cartago!

-¡Bien que viniste a Cartago a llorarme cuando ni tu ni tus pobres hijos no teníais donde caeros muertos!- olvidando todo el protocolo,Adriana se acerco a Selene para agarrarla de los cabellos con un rencor absoluto y dándole fuerte tirones. Tenía parte de culpa su hermana de que ella perdiese a un hijo.

-¡Suéltame,suéltame,loca!- gritó Selene dolorida por los tremendos tirones de pelo y arañazos que su hermana le daba. Aníbal tuvo que meterse por medio para separarlas,le costo más de lo que esperaba,no imaginaba que Adriana tuviese tanta fuerza con lo frágil que parecía.

-No manches tus manos con la sangre de estas zorras.- sin despedirse de ellas se fueron,Aníbal estaba tenso,muy tenso,¿nunca se iba a librar de Delinenar? Ojalá que si lo hiciese, no la aguantaba,ni cuando estaban casados, fue un matrimonio que empezó con mal pie desde el principio.

-Perdóname.- susurró Adriana sacando a Aníbal de sus pensamientos,el púnico no dijo nada enseguida,sólo le hecho el brazo sobre los hombros a Adriana para atraerla contra él.

-No tengo que perdonarte nada. Hiciste bien.- con estas palabras dio por finalizada esa conversación.

-Quiero volver a casa.- pidió la joven repentinamente,mirando a los ojos a su esposo con aire suplicante. Aníbal suspiró,temía eso,que al estar en Siracusa Adriana quisiera quedarse allí de nuevo.

-Ya vamos al palacio.

-No. Quiero volver a nuestra casa. A Cartago.- una muy sutil sonrisa se dibujo en los labios del mayor,Adriana había aprendido a amar a su nueva patria, le pedía volver allí en vez de querer quedarse en Sicilia.

-Ya pasado mañana volveremos a casa.

-Extraño mucho a Sadik,se me hace muy raro no tenerlo entre mis brazos...

-El Senado de Roma quiere reunirse mañana nuevamente con vosotros,quiere tratar de convencer para que Sicilia vaya de su parte. Si no ya volveríamos mañana a Cartago.

-Mañana ya iré yo. Debes descansar.- que Adriana se preocupase por él le conmovía hasta los huesos, muy poca gente se había preocupado por él a lo largo de su vida,desde siempre se estuvo cuidando solo. Y ahora esa pequeña princesa trastocaba su vida al completo al ofrecerle su amor sin pedir nada a cambio y se preocupaba por él de manera desinteresada. Esa chica se había ganado a pulso su lealtad cómo si de un perro fiel se tratara. Nadie le haría daño a su mujer o a su hijo sin sufrir las dolorosas consecuencias. Y lo de Julius y Selene no quedaría en el olvido, a Julius lo mataría en la guerra,el castigo de Selene sería la viudez y dejar de vivir del cuento de que es “esposa de”, esa arpía lloraría hasta derramar lágrimas de sangre,Aníbal pensaba que podría esclavizarla y humillarla a servir en su casa y besar el suelo por el que él y su familia pisaba.

Esa noche sufrió pesadillas nuevamente,unas pesadillas que eran sobre la boda forzada que tuvo con Delinenar a manos de sus padres. Eran solo unos mocosos y,al menos él, enamorado de la idea del amor. Una idea destrozada por sus padres para casarlos sin importarles lo que ellos pensaban. Sólo por una unión política entre Cartago y Baécula.

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